miércoles, 6 de noviembre de 2013

Fiestas novembrinas, fiestas del vandalismo y el folclor

Querido blog, hoy desde la capital Argentina...quiero hablarte sobre mi bella ciudad...

No sé cómo escribir y hablar de mi bellamente caótica Cartagena de Indias. Por estos días se viven las festividades del 11 de noviembre, día en el que yo nací por cierto y la ciudad se ve sumergida en el caos y la alegría por esos días, aunque en realidad siempre está  sumida en el caos, sin embargo durante las fiestas de verdad es…MUY caótico. Aún recuerdo  que el 11 de noviembre del 2010 fue uno de los peores que haya vivido. Iba cruzando la avenida Venezuela cuando un imprudente de esos que apoyan el dicho “en fiesta se vale todo”, apuntó a mis ojos con su lata gigante de espuma, a la que de por si soy alérgica. ¿Qué pasó? Cuando abrí los ojos, tenía un carro particular a medio centímetro de mis piernas…el conductor se había detenido a tiempo para no arrollarme, claro…yo automáticamente al recibir el disparo de espuma me detuve por el inesperado ataque.
A decir verdad todos mis 11 de noviembre no han sido completamente felices, aunque esté siempre rodeada de mi familia, casi nunca me pueden visitar mis amigos, porque no hay transporte ese día o porque estar muy tarde en la noche fuera de casa en fiestas novembrinas es bastante peligroso L
Pero bueno, no es de mi vida personal de lo que quiero hablar realmente, quiero expresar mi pensar sobre eso de lo que muchos huyen y de lo que yo quisiera estar cerca. No me hace feliz estar lejos por estas fechas, extraño el vaivén de las guerras de bolsitas de agua, el sonido de los buscapiés, el escándalo en plenos días de fiesta que hacen mis vecinos con música novembrina y claro, el sancocho comunitario entre los vecinos de la calle, que cada día son más unos extraños para mí, SÍ EXTRAÑO TODO LO QUE ODIAN. ¿Por qué? ¡No puedo explicarlo!, odio la idea de que algún desconocido se me acerque, por supuesto odio aún más que un desconocido pintado de negro o rojo o azul se me acerque amenazándome con que si no le doy plata me manchará la ropa. Odio también salir y que alguno me tire un buscapiés a los pies y mi jean termine lleno de agujeros. Odio que salga a la calle bien vestida y alguien me moje porque “estamos en fiestas y si no te gusta no salgas”, odio que tenga que ir con las ventanilla del bus cerrada aunque me muera de calor porque en cualquier momento puede entrar como un misil una bolsita de agua (sucia seguro), y no sólo eso, no te preocupas por la ventanilla que tienes a tu lado, hay que preocuparse por todas porque por cualquier agujero entra alguna, me maravilla la puntería y habilidad que han desarrollado los cartageneros para eso. Confieso que una vez le tiré una bolsa de agua (LIMPIA) a una buseta, está bien, no una…varias, pero luego me di cuenta de lo mal que estaba eso y nunca más lo hice. Hay muchas más cosas que odio de la época, pero también extraño reírme de los disfraces o “capuchones” que salen sanamente a conseguir algo de dinero haciendo algún show divertido en la calle y claro, también extraño burlarme de la gente acosada por los populares y tradicionales “negritos”, claro, mientras no sea yo la acosada o alguien de mi gente.
Cartagena por esos días se vuelve festiva, alegre, ruidosa, alcohólica, sucia, pobre, el recibo del agua de noviembre es el que más caro llega, el paisaje de los cientos de bolsitas de boli vacías en las calles es muy habitual y ahora también lo es ver muchas latas de espuma tiradas en el suelo.
Por esos días también se impone una moda especial, la del guarda ropa viejo. Nadie usa ropa nueva por esos días, y el que use, está condenado a ser mojado, enmaicenado, convertirse en un pitufo, o llegar negro a su casa. Todos sacamos el jean viejo y roto, la camiseta vieja y “esbembada”, lo único que le añadimos es algo de personalidad, usamos pelucas, lentes raros, sombreros extraños…cualquier cosa que aporte algo a la “moda novembrina”.
Sé que ahora hay un decreto para prohibir muchas de las cosas que se volvieron una costumbre cultural, sin embargo muchas de esas costumbres son delitos disfrazados y al menos yo no los quiero tolerar de por vida, ¿por qué tengo que acostumbrarme a algo que está mal?, si lo malo se hizo costumbre, quiere decir que podemos volver costumbre unas fiestas sanas y que realcen el real significado de las mismas. Yo apoyo ese decreto, sólo espero que se pueda hacer cumplir. Quisiera estar en Cartagena para ver qué tanto hace cumplir el decreto la fuerza pública, que por cierto, durante las fiestas siempre se hacen los de la vista gorda, aunque sin fiestas es lo mismo.
De hecho, cuando me pasó el incidente de la espuma en los ojos en medio de una carretera había policías cerca ¿y adivinen qué? Ni prestaron atención, el único que medio hizo algo fue el conductor que le dijo imbécil al desadaptado que casi me manda a un hospital el día de mi cumpleaños. Pero eso pasa en todos lados, aquí en Buenos Aires los policías también viven hablando de sus vidas de esquina en esquina, pero aquí no hay tanta inseguridad como en Cartagena. Contradiciéndome, contaré que el primer robo que sufrí en mi vida fue aquí en la capital Argentina.
¡Argentina! No, Buenos Aires, de verdad noviembre no es lo mismo aquí. Aquí no escucho champeta, aunque no me guste, aquí no se escucha porro, cumbia, bueno sí cumbia pero otra clase de cumbia, aquí no se escucha un “suena, suena buscapié”…esto es triste, muy triste. ¿Cómo puede un cartagenero no extrañar ese caos novembrino? Quizá la razón por la que a mí me hace tanta falta es porque mi cumpleaños es el mismo día de la independencia de mi Cartagena de Indias y todas esas cosas que odio de las fiestas, al mismo tiempo se hicieron parte de mi felicidad. Siempre he dicho que la vida es una contradicción, y aún lo sigo diciendo, lo que tiene uno, le falta al otro, lo que no te gusta, le gusta a otro, ¡qué cosas! Y a mí, me hace falta eso que tanto me molesta, es que quizá no me molesta tanto como yo misma lo creo. ¡Cartagena, como te extraño! Regreso pronto a ti, aunque por corto tiempo, pero seguiré regresando, regresando a todo lo que odio de ti, porque allí está todo lo que más amo, mi familia, mis amigos, mis recuerdos…Regresaré siempre para hacer de ti un lugar que odie menos y que ame más.






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